martes, 28 de junio de 2016

El Brexit o el comienzo del fin del metarrelato europeo.

Durante mucho tiempo Europa, el viejo continente nos vendió la idea de la integración como el máximo ideal de un mundo globalizado. La integración se nos presentaba como el gran metarrelato de un continente que veía su influencia en el mundo cada vez más desvanecida frente a una democracia joven al otro lado del charco. Pues bien, ese metarrelato ha muerto.

El 23 de junio de 2016 se realizó el Referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, también conocido como Brexit, el resultado indicó que el 51,9 % de los votantes era partidario de abandonar la UE y un 48,1 % decidió permanecer, sin embargo, en Escocia, Irlanda del Norte y Gibraltar además de la mayoría de Londres, predominó la opción de la permanencia.

Al mejor estilo de una casa de naipes esa unidad ha cedido por lo menos en uno de sus frentes. El miedo, un sentimiento nacionalista, una sociedad vieja que añora un pasado que no volverá y una juventud que no se apersona de su futuro fueron los ingredientes para el Brexit.

Las consecuencias a largo plazo son inciertas, pero desde el mismo momento en el que se dieron los resultados, las bolsas de valores alrededor del mundo empezaron un descenso vertiginoso. El dólar registró una subida sin parangón en los últimos años. Grandes pérdidas a nivel internacional.

Hasta el Premier inglés ha dimitido como resultado de la salida de la unión europea. Muchos de los votantes por el si se arrepienten, muchos ni siquiera esperaban la victoria, otros no saben que hacer con ella. Esperan de alguna manera poder poner freno a la nefasta decisión, pero el futuro no parece nada halagüeño. Entraron en un punto de no retorno. El pueblo ha hablado y su voluntad se cumplirá. 

Las generaciones presentes y futuras tendrán que asumir el costo de tal decisión.
Mientras tanto el resto del mundo ve con ojos atónitos la decadencia del sueño integracionista. La U.E era el modelo para los otros continentes. Representaba la ideal de la integración, las fronteras abiertas y un bloque económico robusto que podía hacerle frente al dólar. Gran Bretaña abre así un nuevo capítulo de su historia, estar en Europa sin estar con Europa.


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