miércoles, 2 de enero de 2013

Sobre la utilidad de la Filosofía


En muchas ocasiones como estudiante, y ya como Licenciado en Filosofía, amigos, familiares y desconocidos me miran con compasión, a veces más con lastima  cuando digo que soy un estudioso de la Filosofía. Entonces se hace inevitable la pregunta que viene a continuación ¿Para qué sirve la Filosofía? ¿Aún más para que estudiar Filosofía?
Por todos es conocido que la Filosofía es una invención eminentemente Occidental, no porque el resto del mundo no pensara, sino porque es en Occidente, más específicamente en Grecia donde se dieron las condiciones que posibilitaron la emergencia de dicha disciplina. De seguro dichas condiciones serán de carácter de interés para otro momento. Una de las condiciones que permitieron dicha emergencia fue el ocio, la flojera, la posibilidad de hacer pereza. La Filosofía es una actividad que tuvo su nido en las casas de aquellos que ya tenían sus necesidades básicas  resueltas y mucho dinero más, los ricos. Aparece como contraposición a las actividades manuales, que eran propias del vulgo, del pueblo, de los plebeyos.
Conocidos son los presocráticos, pero aún más conocido es Sócrates. El más icónico de los filósofos.  Por medio de los diálogos que muy diligentemente nos escribió uno de sus discípulos, Platón,  es que tenemos una imagen más o menos clara de este personaje. Podemos ver entonces, al hijo de la partera preguntando a sus conciudadanos sobre la belleza, el valor, la virtud, la justicia, el conocimiento, la realidad misma. Su método: la mayéutica, su objetivo producir una verdadera inversión de valores en la que sus conciudadanos puedan comprometerse con una democracia deliberativa, como estaba enmarcada la democracia ateniense, con sus particularidades históricas.
Esto es lo importante, la Filosofía no aparece como un fin en sí mismo, es un medio para la consecución de un fin. Se trata de que esta disciplina, mediante el cuestionamiento de lo que damos por sentado, de eso que aparece como una certeza, como dogma  permita un avance en el conocimiento. El lector podría acusarme y con razón, de una cierta trivialización del quehacer filosófico. Pero yo respondo ejemplificando que otro tipo de conocimiento, como la carpintería o la matemática, se agota en sus fines, toda vez que ninguna indagación las lleve por nuevos horizontes.  Y es la indagación de la Filosofía, la pregunta como eje reflexivo la que ha permitido que las otras disciplinas crezcan, precisamente por su condición de medio y no de fin. Por eso se habla de una Filosofía del derecho, de la ética, Filosofía de la educación, relacionada con las matemáticas, la biología y un sinnúmero de disciplinas.
Pero bueno, luego llegó Aristòfanes con su Sócrates en las Nubes y ayudó a configurar la imagen del profesor de Filosofía, con algún tipo de demencia,  que con palabras rebuscadas no explicaba la realidad sino que la enredaba más. Y ahí si, si me preguntas la Filosofía no sirve para nada, para nada que se pueda aplicar ya, filosofar no es como hacer una silla para que alguien se siente, ni tampoco es dar alimento al desamparado para resolver los problemas de desigualdad. El problema es que la Filosofía está comprometida con las soluciones de largo plazo, y eso en una sociedad de lo instantáneo no tiene cabida, no sirve, no funciona.
La persona del filosofo merece una reivindicación, frente al loco en el que se ha convertido ante los estudiantes, frente a la preparación que se ofrece en las universidades privadas donde se imparte un filosofía de modulo, y los estudiantes repiten como loros mojados lo que el profesor les repite, que a su vez repite lo que le enseñaron incapaces de pensar con autonomía repetirán a sus estudiantes de colegio las mismas cosas.
El filosofo que conozco, con el que me he topado en mis constantes viajes por las veredas del pensamiento, desde Sócrates, Aristóteles, Descartes, Spinoza, Nietzche, Rawls  entre muchos otros se han puesto como objetivo revolcar los cimientos de nuestra sociedad, porque  cada vez que parecemos entrar en un periodo de estancamiento, siempre debe existir alguien capaz de derrumbar las certezas y comprometerse con las soluciones a largo plazo, un ciudadano en toda regla, comprometido con el conocimiento y enemigo de la ignorancia, los dogmas o todo aquello que genere oscurantismo y mal radical.