Educar en y para la diversidad: Un reto de la
contemporaneidad
El
discurso de la diversidad y la inclusión ha ido ganando terreno, especialmente
en los últimos años, cada vez más se ha introducido en el ámbito de los
políticamente correcto. Se espera de la escuela y el profesorado la
implementacíon de una serie de políticas educativas que posibiliten la atención
a personas con necesidades educativas especiales a la vez que se permita el
reconocimiento de la diferencia y la integración en la vida diaria.
El gran
inconveniente es que la escuela y el maestro se encuentran atrapados entre lo
políticamente correcto y la pretensión homogeneizadora del Estado. La escuela
puede tener unas intenciones muy benéficiosas con respecto al trato hacia la diferencia,
hacía el Otro (hablo de sordos y ciegos, hablo también de las diferencias de
sexo u orientación, de edad, de
convicción política y religiosa) pero el Estado le exige calidad mediante unos
exámenes que precisamente buscan igualar a todos los estudiantes, el
rendimiento mismo del profesor es evaluado con este tipo moldes. Este es uno de los obstáculos más grandes que
encuentra la diversidad en la escuela, y
es la disparidad existente entre lo socialmente deseable( lo políticamente
correcto que se va imponiendo) y las políticas educativas estatales que
homogenizan a los sujetos que intervienen en la práctica educativa. Esta lógica
es comprensible toda vez que representa menor esfuerzo estatal e individual el invisibilizar las diferencias
que hacerlas patentes.
Es un
hecho que las formas de escolarización tradicionales resultan ineficaces en la
atención a la diversidad. En educación especial, el eje que ha forjado el
enfoque actual ha sido el del déficit, enmarcado en una suerte implementación
de estrategias médicas y psicológicas más que educativas, donde el estudiante
es un enfermo sometido a una serie de
estándares que deben dar cuenta de su normalidad o anormalidad. Este
modelo del déficit está marcado por la
selección, el carácter segregador, por etiquetar y jerarquizar, a la vez que
homogeneiza y promueve prácticas basadas en la desigualdad.
Encontrarse con el Otro no
es algo conquistable y accesible de manera sencilla. Es un aprendizaje difícil,
mucho más si hemos estado habituados a vivir en lo homogeneo, cuando no estamos
abiertos para aceptar valores, costumbres, hábitos, miradas, colores distintos.
Encontrar otras formas de identificación
y experimentar la diversidad es una experiencia
de apertura hacia lo humano, pero
creadora de tensiones.
Mi
propuesta es la construcción de un currículum integrador flexible que tenga en
cuenta las diferencias y la visión de estudiante que propongo es la del alumno
diferenciado e integrado. Me refiero a un curriculum que tenga en cuenta las
diferencias, y atienda las necesidades educativas a partir de ahí a la vez que
tiende puentes educativos también establece nexos comunicativos, en el que se
disminuyan los contenidos comunes y se
haga énfasis en los aprendizajes no tan comunes, esos conocimientos sobre otras
culturas, aprender con ciegos y sordos, conocer la multiculturalidad de nuestro
país.
Por otro
lado propongo la visión de un alumno diferenciado e integrado, por que creo que
la diferencia hay que reconocerla para atenderla, casi que creo que hay que
aceptar la etiqueta, pór que la etiqueta también se constituye en identidad.
Hoy por hoy los sordos exigen ser llamados como tal, como sordos. Los ciegos
reclaman ser tratados como seres autónomos, las etiquetas no necesariamente
deben tener una connotación negativa, por que hace parte del reconociemieno de
la diferencia.
En este sentido mi propuesta aboga por una educación como la que se propone exige un compromiso por parte del profesorado con su propia formación una formación que se traduzca en mejores prácticas educativas en el salón de clase. Ello también requiere que los profesores tiendan puentes de comunicación que posibilite la retroalimentación del proceso de enseñanza. Otro punto importante es una mayor participación de los padres de familia en el ámbito educativo. Sin ellos, cualquier esfuerzo queda ahogado en el salòn de clase.
En este sentido mi propuesta aboga por una educación como la que se propone exige un compromiso por parte del profesorado con su propia formación una formación que se traduzca en mejores prácticas educativas en el salón de clase. Ello también requiere que los profesores tiendan puentes de comunicación que posibilite la retroalimentación del proceso de enseñanza. Otro punto importante es una mayor participación de los padres de familia en el ámbito educativo. Sin ellos, cualquier esfuerzo queda ahogado en el salòn de clase.
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